Mezclando el azul de los aprendizajes con el rojo de una acción de servicio a la comunidad se consigue el color violeta del aprendizaje-servicio.
Esta imagen plástica del profesor Andrew Furco, de la Universidad de Minnesota, subraya uno de los valores más significativos del aprendizaje-servicio, una metodología que se extiende como una mancha de aceite: sumar objetivos tradicionalmente separados.
En nuestro imaginario colectivo, para ser más sabio vas a la escuela, pero para ser más bueno, vas a una ONG. Pero, parafraseando a Adela Cortina, no se construye una sociedad más justa con ciudadanos mediocres, y por tanto los esfuerzos educativos deben dirigirse a formar ciudadanos competentes, capaces de transformar el mundo.
Este anhelo integrador, sumatorio, está en la base del aprendizaje-servicio. En España tenemos una larga tradición de escuelas e institutos que impulsan cada año acciones solidarias. A veces se aprovechan las campañas navideñas, actuaciones de defensa de la naturaleza, hermanamientos con escuelas de otros países…
Estas acciones representan un compromiso social del centro educativo con el entorno y una voluntad educativa de incidir no sólo en la formación académica del alumnado, sino también en sus valores cívicos, en el fomento de la ciudadanía. Sin embargo, frecuentemente las acciones solidarias se llevan a cabo al margen de los contenidos escolares. Se viven como un complemento que se añade a un programa de asignaturas ya de por sí muy apretado. El servicio a la comunidad, hoy por hoy, no forma parte del currículum. En consecuencia, si hay tiempo se hace, y si no, pues no se hace y no pasa nada.
Pero en el momento actual, y en diversas poblaciones españolas, muchas escuelas, institutos y centros de educación no formal están descubriendo una manera de integrar el servicio a la comunidad en el plan de estudios, colaborando con entidades sociales. Esto es el aprendizaje-servicio (APS): una propuesta educativa que combina procesos de aprendizaje y de servicio a la comunidad en un único proyecto bien articulado en el que los participantes aprenden a la vez que trabajan en necesidades reales del entorno con la finalidad de mejorarlo[1].
Uno de los ejemplos más claros es el proyecto Campaña de Donación de Sangre donde chicos y chicas de primaria y secundaria, en el marco de las asignaturas de Ciencias Sociales, Ciudadanía, Lenguaje o Biología, desarrollan su propia campaña en el vecindario, colaborando con el Banco de Sangre de la localidad.
Así consiguen aplicar y profundizar contenidos curriculares… pero no sólo se logra eso. Por poner un ejemplo del impacto social, el curso 2011-2012, sólo en Barcelona, mi ciudad, 4.895 chicos y chicas de 77 centros educativos consiguieron 5.239 donaciones, de las cuales 1.358 correspondieron a nuevos donantes. Como dato significativo, eso quiere decir que casi doblaron la media de donaciones y de nuevos donantes de las campañas ordinarias del Banco de Sangre.
En los proyectos de aprendizaje-servicio se supera el divorcio entre el servicio a la comunidad y el aprendizaje, porque en ellos se funden intencionalidad pedagógica e intencionalidad solidaria y, por tanto, son proyectos educativos con utilidad social. El ApS es una manera de educar y de aprender que considera a niños y jóvenes como ciudadanos activos, capaces de provocar cambios en el entorno.
Puesto que los resultados son espectaculares, en muchos países se ha popularizado esta metodología educativa. En Argentina, por ejemplo, 1.900.000 estudiantes de 15.000 centros educativos de todos los niveles practican ApS y en Estados Unidos se calcula que el 24% de las escuelas de Primaria y Secundaria desarrolla ApS, lo que equivale a 20.400 centros educativos y 4.200.000 estudiantes.
En nuestro país ya lo estamos descubriendo y alimentando. En España existe la Red Española de Aprendizaje-Servicio, que reúne 14 grupos regionales que impulsan el ApS en sus territorios. Fieles al espíritu integrador del ApS, estos núcleos territoriales acogen diversos sectores educativos y sociales: profesorado, entidades sociales, universidades, administraciones públicas, a fin de compartir conocimientos y experiencias, bajo la idea general de que el aprendizaje-servicio es patrimonio de todos.
También hay una red específicamente universitaria, la Red ApS (U), dónde están representadas 40 universidades españolas; una red de ayuntamientos que promueven políticas públicas de aprendizaje-servicio en sus municipios y una red de centros de formación del profesorado.
Por todo ello, creo que a la plataforma Práctica reflexiva puede interesarle poner su mirada reflexiva en el aprendizaje-servicio y sumarse a los colectivos que lo promueven. En síntesis, aportaré tres razones:
- El ApS es viral. Se está extendiendo de una manera extraordinaria. Cada año más escuelas, institutos y universidades incorporan esta metodología en las aulas, interactuando con entidades sociales de su entorno… ¿Qué está pasando?
- El ApS produce resultados visibles. Los estudiantes que se implican en prácticas de aprendizaje-servicio mejoran sus resultados académicos, sus competencias básicas y sus habilidades sociales.
- El ApS es oportuno. Frente a la crisis económica y el cambio de época que estamos viviendo, es necesario fortalecer la responsabilidad ciudadana, la empatía y la cohesión social, elementos que promueve el aprendizaje-servicio
Impulsar la esfera violeta donde se funde el aprendizaje con el servicio exige complicidades y mestizaje de niveles, actores y sensibilidades. Hay que desprenderse de la vieja y trasnochada práctica de que cada actor educativo y social trabaja en solitario.
En el aprendizaje-servicio el trabajo en red es la paleta base donde se mezclan los colores.
Roser Batlle
www.roserbatlle.net
Pedagoga y profesora colaboradora en ESADE (Universitat Ramon Llull, Barcelona, España)
Miembro de Ashoka Emprendedores Sociales, de Centre Promotor d’Aprenentatge Servei y de Fundación Zerbikas.
[1] Definición del Centre Promotor Aprenentatge Servei