Desde hace unas décadas los avances de la psicología cognitiva nos permite afirmar que en los procesos de aprendizaje existe una relación real y elevada entre la motivación y el aprendizaje. Ciertamente la ciencia pedagógica ha aceptado universalmente la estrecha correlación entre la dimensión emocional del ser humano y su capacidad de aprender en una circunstancia determinada.